Uno de los grandes obstáculos que hoy existe en el mercado laboral tiene que ver con una conducta que considero que es cultural y que está relacionada con poner la culpa fuera. ¿Fuera de dónde? Lo explico con ejemplos cotidianos en el ámbito laboral: el/la colaborador llega tarde. ¿Qué explicaciones suele dar?:“Es que hoy hay paro de transporte y el tren se atrasó…” “No vino el colectivo”…, “El colectivo no paró porque estaba lleno”…, “No pude terminar el informe porque no me entregaron la parte que necesitaba”…, “No me avisaron que tenía que pedirlo”…, “No estaba María, que es la referente del tema, entonces no lo pude terminar”…
¿Qué tipo de respuestas son? Son explicaciones. Es decir, argumentos justificativos, que ponen la culpa fuera de la persona. Porque la persona no se siente responsable de sus actos, ya que es el paro, el tren, el colectivo, María… los “culpables” de que la persona no cumpla. Poner la culpa fuera, es, para mí, como un deporte nacional.
Lo escucho en todos los ámbitos de vida en sociedad: en lo laboral, en las escuelas, en las familias: “Mi vieja no me despertó”, “Mi marido no me dijo”, “Mi mujer no dejó preparada la cena”. “No me entregaron el auto porque la concesionaria no me avisó y no me llegó el WhatsApp”. Entonces el cliente se queja y recibe la respuesta de que “sí” se lo enviaron pero él o ella no lo vió. El cliente insiste en que no lo recibió, hasta que lo “vuelve a recibir” y en ese momento se da cuenta que “sí” lo había recibido pero no lo había visto. En definitiva no importa quién tiene razón. La insatisfacción del cliente ya está instalada y el responsable del Departamento de Calidad, se siente frustrado/a.
La cuestión es que tenemos incorporado este hábito cultural, un hábito de pensamiento que automáticamente nos pone a la defensiva: “yo no sé”, “a mí no me dijeron”, “si hubiese sabido, pero no, no me mandaste el mail!” Tal vez nos demos cuenta que “sí” nos mandaron el mail. Entonces pedimos disculpas: “Disculpame, tenés razón, yo no lo vi”. Pero el “yo no lo vi” lo decimos después del “no, yo no recibí nada”, “vos no me mandaste el mail”, “vos no me dijiste esto”, “esto no me corresponde”, “yo no sabía que lo tenía que hacer”, “vos no me dijiste y Recursos Humanos tampoco”.
Ocurre que estas respuestas, llevadas a ámbitos profesionales, familiares, sociales, generan un estado emocional de insatisfacción, de frustración, de enojo. Es parte de la violencia social que observamos cuando salimos a la calle, cuando entramos a un banco o a una institución educative y también en nuestros lugares de trabajo. Vivimos en un clima de tensión permanente, que lleva a que, muchas veces, por cuestiones menores, las personas se alteren y reaccionen de manera agresiva. Lo podemos ver en la calle cuando un motoquero insulta a un colectivero o a un taxista. O viceversa, el taxista agrede al colectivero, los peatones se exaltan con los que conducen sus bicicletas o los peatones con otros peatones. Este clima de tensión es también la contracara de la resignación de la cual, muchas veces, no somos conscientes.
El problema está en que nosotros creemos que lo que hacemos está bien y siempre es el otro/a el culpable. ¿En qué lugar nos ponemos cuando ponemos la culpa fuera? En el de víctima. El lugar de la víctima es una opción “cómoda” para vivir. Al no responsabilizarnos por lo que generamos, no sentimos necesidad de corregirlo. Si esto se repite de forma sistemática a lo largo del tiempo, generamos este tipo de comportamiento. ¿Qué inspiramos con este comportamiento? Como padres, como maestros, como jefes… Invito al lector/a a pensarlo.
Por eso nuestra propuesta es empezar a aceptar que sí, que me olvidé, que me lo dijeron pero no lo escuché, que no pude llegar puntual. Pensar qué puedo hacer diferente para llegar a tiempo al otro día. Tal vez levantarme más temprano o cambiar de colectivo. Sucede que hacer esto implica un esfuerzo por parte nuestra al pensar posibilidades diferentes. Nos consume energía. En cambio, ponernos en el lugar de comodidad, también nos pone en el lugar de víctima, que más temprano que tarde nos genera emociones de enojo, miedo, tristeza. Pero es más cómodo poner la culpa fuera.
Al no asumir que me equivoqué, que me olvidé, que cometí un error, tampoco puedo asumir lo que sí me corresponde, lo que es mi responsabilidad. Tengo la convicción que el mejor lugar en el que podemos estar, es el de hacernos cargo, hacernos responsables, ya que la responsabilidad y la libertad son dos caras de la misma moneda.